Historia de la música, historia de la lengua, historia de las artes, historia de la filosofía, historia de la ciencia... En fin, estamos salpicados por un montón de “historias de” y lo único que hay que hacer es variar el sustantivo que viene detrás; porque, por lo demás, todas siguen un esquema básico: un “cuento”, por llamarlo de algún modo, que empieza con una génesis, continúa con una evolución y finaliza, curiosamente, no en un final, sino en una pregunta: “¿qué pasará ahora?” Mientras siga existiendo mundo y una conciencia pensante capaz de elaborar una o muchas historias a partir de ese mundo, no habrá un final. Ni siquiera, y aquí quería llegar yo, la historia de los relojes, que aparentemente sí que debería de tener un final porque, en fin, los relojes miden el tiempo.
Pero el tiempo es infinito y es de necios creer lo contrario, porque seguirá siéndolo aun cuando la humanidad o el propio planeta dejen de existir, cosa que pasará estadísticamente ya por obra de un meteorito o ya por obra de un agujero negro. No es mi intención, de todas formas, ponerme aquí en plan Stephen Hawking. Centrémonos: los relojes, en efecto, tienen una historia, y en esa historia se incluyen tanto los relojes de sol de los pueblos precristianos hasta los relojes de bolsillo decimonónicos y más allá, hasta los relojes de pulsera con manecillas y luego digitales. Se han perfeccionado los relojes hasta el punto de que hoy por hoy, de hecho, existen marcas refinadas, por llamarlas de algún modo. ¿Quién no ha soñado nunca con comprar un reloj Rolex?
Y lo mismo puede decirse de comprar unos relojes Cartier o también de comprar unos relojes Panerai. Visiten esta página, http://comproreloj.es, donde hay más información, y verán lo codiciados y hermosos que son. Lo único que hace falta para tener uno de esos relojes es dinero, pero en fin, dinero hace falta para prácticamente cualquier cosa; así que yo me pregunto: ¿no merece la pena ahorrar y tener una pieza de artesanía artística y duradera? La respuesta es sí. |